“Mi miedo es que no me den a mis niños”, dice madre de menores no acompañados

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Los Ángeles, 8 abr (EFE News).- “Mi mayor miedo es que no me entreguen a mis niños”, dice angustiada la madre hondureña Ruth, que sufrió sobremanera en la semana que se demoró en encontrar a sus dos hijos y su pequeña hermana en un sistema saturado por miles de niños no acompañados que están bajo custodia del Gobierno de EE.UU.

Esos días le anticiparon la larga pesadilla burocrática a la que se tendrá que enfrentar antes de poder reunirse con los menores, de 14, 10 y 9 años, y teme que puedan surgir problemas que imposibiliten hacer realidad el deseo de reunirse de nuevo con ellos.

Ruth, que pidió a Efe no se revelara su apellido por cuestiones de seguridad, cuenta las horas para poder reencontrarse con sus hijos Denis, de 10 años, y Jeremy, de 14, y su hermana Esther, de 9 años. 

SIN SABER DÓNDE ESTÁN

“En todo el camino les insistí grábense mi número de teléfono, y ellos se lo aprendieron, incluso mi hermanita”, insiste la migrante, de 37 años.

Ni los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) ni los hijos de Ruth se comunicaron con ella para decirle en qué lugar de la frontera de Texas se encontraban.

Este miércoles, Ruth logró hablar con una agente de CBP que le dijo que estaban lidiando con miles de niños y que lo único que le podía decir era que los tres menores estaban bajo custodia de las autoridades fronterizas.

“El sistema es increíblemente complicado, si no se tienen las herramientas adecuadas es una tarea muy difícil encontrar a los menores”, explica a Efe la abogada especializada en inmigración Frances Arroyo, quién ayudó a Ruth a dar los primeros pasos para hallar a sus hijos. 

La jurista advierte que la abrumadora llegada de niños no acompañados y de inmigrantes a la frontera, sumado a la complejidad y la desorganización del sistema, la poca información e incluso las políticas de la administración del expresidente Donald Trump están creando un atasco que puede terminar perjudicando a los menores. 

Este jueves el Gobierno informó de que en marzo había interceptado en la frontera a una cifra récord de menores de edad no acompañados por alguno de sus padres o custodio legal. 

Los 18.890 menores hallados el mes pasado, el doble que en febrero (9.431), son solo una parte de los 172.000 migrantes interceptados en la divisoria con México y que, en su mayoría, son expulsados del país.

UN SUFRIMIENTO QUE CUESTA 

En este sentido la activista Nora Sandigo advierte a Efe que a estos niños “se les expone a un sentimiento de abandono. Se les desgarra emocionalmente”. 

Sandigo, que dirige una fundación que se encarga de atender a niños y adolescentes cuyos padres son detenidos y deportados por razones migratorias, ha tenido que diversificar sus objetivos y convertirse en estos días en un enlace para ayudar a reunir a los miles de niños que han llegado solos a la frontera. 

Un ejemplo de esta “cruda realidad” como la define la activista es la “alopecia” que sufrió una niña mexicana de cinco años que pasó la frontera junto con su hermana de 9 años para reencontrarse con su madre que vive en Nebraska. 

“La niña de 5 años tenía huecos en su cabeza. Se le habían caído mechones de cabello por el estrés”, cuenta Sandigo, que acompañó a las niñas en su camino de Houston a Nebraska para reencontrase con su progenitora la semana pasada.

Ruth tiene miedo que su hermana sea separada de sus hijos, pues los pequeños se han convertido en el principal soporte de la menor de 9 años.

Pero con las instalaciones saturadas de menores que ingresaron solos al país el tiempo de entrega y el lugar a donde serán enviados bajo custodia del Departamento de Salud y Servicios (HHS) es imposible de calcular cuánto tiempo estarán separados, insiste Arroyo. 

SOPORTANDO LAS CRITICAS

La abrumadora llegada de niños no acompañados ha generado una ola de criticas contra la administración Biden, tanto de los republicanos que aseguran que su política migratoria ha generado la actual llegada de migrantes como de las mismas familias que se aventuran a iniciar una dura travesía con la esperanza de hallar las fronteras abiertas.

“No tenían dónde vivir, la casa de mis papás se la llevó el huracán, y además había mucha violencia”, argumenta Ruth sobre lo motivos que llevaron a su familia a emigrar. 

Añade que sus hijos y su hermana no llegaron solos a la frontera. Los pequeños venían de la mano de su abuelo, quién tomó la decisión de no cruzar el río Bravo con ellos al pensar que así los pequeños tenían más opciones de quedarse en EE.UU. 

“Dice que en ese lado del río había muchas familias que habían pasado y en menos de un día deportadas. Hasta una señora que tenía una niña con síndrome de Down. Entonces el tomó la decisión de mandarlos solos”, cuenta con un nudo en la garganta. 

El 60 % de los arrestados en la frontera, un total de 103.900, fueron expulsados inmediatamente en virtud del llamado “Título 42”, una medida instaurada por el expresidente Donald Trump y que, con la pandemia de la covid-19 como argumento, le permite al Gobierno Biden expulsar a los adultos que viajan solos y familias con niños mayores de 7 años.

Ante la incertidumbre de cuando podrá reunirse con sus hijos en su hogar en San Bernardino, en California, a Ruth se suma el hecho de que hace más de una semana que su padre de 53 años está desaparecido en la frontera, y ella teme lo peor. 

“No sabemos dónde está”, dice con voz entrecortada.

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