Rebelión indígena contra las “serpientes” de petróleo que envenenan el país

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Washington, 1 abr (EFE News).- Una serpiente de tela negra se deslizó este jueves por la capital como símbolo de los oleoductos que envenenan las tierras ancestrales de las comunidades indígenas del país, inmersas en la mayor lucha ecologista de su historia.

El simbólico reptil llegó a su destino, la Casa Blanca, de la mano de unos 150 activistas que se manifestaron para pedir al presidente, Joe Biden, que cancele una reforma de un oleoducto llamado “Line 3” destinado a transportar crudo desde la provincia canadiense de Alberta hasta Wisconsin.

“Quiero que el presidente Biden haga el trabajo que tiene que hacer, que es protegernos a nosotros, no a las compañías extranjeras. Permitir que estos oleoductos continúen no nos protege”, dijo a Efe Holy T. Bird, abogada y juez de una tribu llamada Banda Hurón Nottawaseppi de Potawatomi, en Michigan.

La lucha contra “Line 3” se intensificó en diciembre pasado cuando la empresa canadiense Enbridge, uno de los mayores distribuidores de gas y petróleo de Norteamérica, empezó las obras para construir una nueva tubería que medirá unos 580 metros y servirá para sustituir un oleoducto que está en mal estado.

EL AGUA, FUENTE DE VIDA Y MEDICINA

El proyecto ya está completado al 50%, servirá para ayudar a la economía de Minesota y cuenta con el apoyo de algunos indígenas, aseguró a Efe una de las portavoces de Enbridge, Juli Kellne.

Sin embargo, la nueva estructura pasará por tierras del norte de ese estado que hasta ahora no se habían visto afectadas por los oleoductos y que pertenecen a la tribu de los Anishinaabeg, que temen que un derrame de petróleo ponga en peligro sus humedales.

El agua tiene un significado especial para los Anishinaabeg y otras tribus que la consideran fuente de vida y la primera “medicina” ante una enfermedad.

“Nuestros cuerpos -explicó Bird- están hechos en un 90% de agua. Necesitamos agua para vivir. Si los elementos de la creación no la tienen, los pájaros, los insectos, las habichuelas, entonces la vida en la tierra tal y como la conocemos se morirá”.

Los mensajes en defensa del agua predominaban en una marcha repleta de faldas de colores, cánticos tribales y el sonido de tambores.

La manifestación comenzó a casi una milla de la Casa Blanca, frente al edificio gris del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, que en noviembre dio a Enbridge la autorización final para seguir con su proyecto “Line 3”, una decisión que las comunidades indígenas y grupos ecologistas han desafiado en los tribunales.

Además, como parte de la protesta, un grupo de jóvenes dejó a las puertas del edificio del Cuerpo de Ingenieros diez cajas blancas con unas 200.000 quejas contra el proyecto.

LA SEÑAL DE LA MADRE NATURALEZA

Curiosamente, en el momento en el que depositaron las cajas en el suelo, comenzaron a caer unos enormes goterones de lluvia, lo que desató gritos y aplausos entre los activistas, que lo interpretaron como una señal. “¡Es la madre naturaleza!”, gritó uno.

Concluida la entrega, comenzó la marcha hacia la Casa Blanca: la enorme serpiente de 75 metros de largo empezó a deslizarse sujetada cada metro y medio por un activista con un palo de bambú. Le seguía de cerca un enorme monigote con traje y una fotografía del rostro de Biden.

La marcha la cerraban dos mujeres de blanco y con unos ramos de lirios, que se hacían llamar “la brigada de la paz”, pero que cuando se les preguntaba cuál era su cometido, se llevaban el dedo a la boca en señal de silencio.

La marcha paralizó el tráfico del centro de Washington, donde se concentran la mayoría de las oficinas, ahora medio vacías por la pandemia, pero de las que salió más de un curioso para averiguar qué era aquello.

La culebra, de ojos naranjas y puntiaguda lengua roja, llevaba escrito sobre su piel de tela negra un mensaje: “Biden acaba con la serpiente negra, cierra el DAPL (el oleopducto Dakota Access Pipeline), suspende Line 3”.

LA MATANZA DE LA SERPIENTE

Al llegar a la Casa Blanca, se hizo el silencio por un momento y, obedeciendo una señal, los indígenas comenzaron a golpear con fuerza a la criatura para “matarla”.

Entonces, quedó al descubierto un esqueleto metálico y trozos de tela roja, que simbolizaban la sangre derramada por los nativos en su lucha contra estas “serpientes” de petróleo, dijo a Efe la puertorriqueña Aura Angélica de 24 años y que pertenece a un grupo ecologista.

Desde hace unos seis años, las naciones indígenas se han unido como no lo hacían en un siglo para luchar contra los oleoductos, especialmente dos: el Dakota Access, que fue completado bajo el Gobierno de Donald Trump, y el Keystone XL, que Biden canceló días después de llegar a la Casa Blanca.

Los activistas quieren que Biden haga con el proyecto “Line 3” lo mismo que hizo con Keystone, pero de momento no ha dado señales de querer seguir el mismo camino.

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