Insatisfacción y obsesión, los motores del arte de Manolo Valdés

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Miami, 21 dic (EFE News).- A sus 78 años el consagrado artista plástico español Manolo Valdés afirma que la insatisfacción por “no haber contado todo lo que tenía que contar” en una obra y la “obsesión” por hallar inspiración para crear son los motores de su arte, que en plena pandemia es objeto de exposiciones por todo el mundo, incluido Doral, en Miami-Dade.

Valdés habló con Efe desde su casa en los Hamptons, en la costa del estado de Nueva York, sobre la gran exposición de 18 esculturas de gran formato que van a estar colocadas durante seis meses en cinco parques de Doral, una ciudad del condado de Miami-Dade poblada mayoritariamente por latinos, especialmente venezolanos, a los que Valdés llama sus “vecinos”.

La mitad de las esculturas ya están en sus lugares y de aquí a finales de enero se completará la tarea para que el público pueda apreciar en su totalidad “The Legay”, como se llama la exposición organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Doral (DORCAM) con apoyo de la Alcaldía de la ciudad.

LA GRATIFICACIÓN DE EXPONER EN LUGARES PÚBLICOS

El artista, que formó junto al ya fallecido Rafael Solbes el Equipo Crónica (1965-1981), un puntal del pop art español, considera “muy gratificantes” para un artista las exposiciones de esculturas en espacios públicos por el diálogo que se establece con un público que “normalmente no frecuenta museos y galerías” y las muy “diferentes lecturas” que suscitan las obras.

También porque que “no es lo mismo ver las obras en los Campos Elíseos, en las noches blancas de San Petersburgo, bajo el sol de Miami o en una avenida neoyorquina por donde los coches pasan incesantemente, uno detrás de otro”, subraya.

Como amante del arte también le gustan esas exposiciones. “Me encanta encontrarme una escultura de Plensa, esa cabeza tan bonita”, dice rememorando uno de los paseos en los que ha sido sorprendido gratamente por la obra de otro artista, en este caso el catalán Jaume Plensa .

ACTIVIDAD FRENÉTICA EN LA PANDEMIA

Valdés ha tenido una actividad “casi frenética” durante la pandemia. “No he querido parar”, dice sobre las exposiciones de su obra que se pueden ver actualmente en Roma, París, Estambul, Canadá y Corea del Sur, además de la de Doral.

En el área de Miami Valdés tiene una casa que a la vez es estudio, como todas las suyas, y ha encontrado una fundición que hoy es la que prefiere en todo el mundo para sus grandes esculturas.

La dirige Lázaro, un cubano curiosamente con su mismo apellido, en quien el artista español ha encontrado la horma de su zapato.

Apasionado de la madera, con la que creó sus primeras “meninas”, una figura del famoso cuadro de Velázquez de la que hay varias piezas en bronce en la exposición de Doral, Valdés dice que le interesa que sus esculturas “plásticamente tengan accidentes, que sean sensuales”.

En sus obras casi siempre hay referencias a las de otros artistas. “Al final veo la realidad a través del arte y de la cultura; si las manzanas son de Cezanne me gustan más, si son girasoles, que sean los de Van Gogh”, subraya.

Cuando se le pregunta por qué en sus últimas esculturas hay muchas mariposas, responde: “las razones por las que algo te da vueltas en la cabeza son siempre misteriosas. No sabes cuando entran ni cuando salen”.

Aunque en este caso recuerda que paseaba un día por Central Park de Nueva York, la ciudad donde vive desde hace tres décadas, y unas mariposas revoloteando alrededor de unas mujeres captaron su atención.

Del parque se fue al Museo Metropolitano y empezó a ver mariposas por todos lados en los cuadros allí expuestos y mas tarde en la avenida Madison en todos los escaparates de las tiendas había mariposas, cuenta este incansable buscador de “imágenes, actitudes y texturas”.

Cuando visita un museo, se desespera si no sale con un “botín”, algo con lo que poder empezar a pensar en nuevas obras. Es algo “obsesivo”, reconoce Valdés, quien al mismo tiempo no puede dejar de sentir siempre que sus obras están “incompletas”.

Siempre piensa que no ha contado todo lo que tenía que contar y a eso obedece que un mismo tema lo reproduzca en un lienzo, en una escultura o un grabado. Además, le gusta que los temas regresen para retomarlos, apunta.

“No soy un atormentado”, pero esa “insatisfacción” hace que sea “excitante” seguir siempre trabajando, que no pierda el interés. Si no fuese así, “me aburriría”, confía el artista español.

A su juicio, la vocación es algo que llega con el tiempo. El artista en sus inicios no sabe que va a ser una “pasión que te va a dejar inútil para cualquier otra cosa”. “Bueno, también pescar”, concede cuando se le pregunta si no hay nada más.

ENVIDIA DE ALMÓDOVAR

Al hablar de sus obsesiones, Valdés recuerda algo que dice no haber contado nunca. Ocurrió durante unos Premios Nacionales de las Artes en España que se celebraron en la isla gallega de La Toja.

Los premiados iban en autobús al evento y en el asiento detrás del suyo iba Pedro Almódovar, el galardonado director de cine español, que iba desarrollando un guión para una de sus películas con uno de sus colaboradores.

Él los escuchaba y no pudo dejar de pensar en lo afortunados que son los artistas que solo con una libreta y un lápiz pueden avanzar en su proceso de creación sin necesidad de la “infraestructura” que él precisa. “Me dio una envidia, se me ha quedado esa imagen para siempre”, subraya.

Pasados los años Valdés mantiene su creencia de que los artistas no deben reclamar al Estado privilegios sobre otros grupos. La pandemia le ha hecho afirmarse en quienes son las personas verdaderamente importantes para la sociedad: “quienes nos curan y quienes crean trabajo”.

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