Y ahora también hay que cuidarnos de Trump en tiempos del coronavirus

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Por David Torres:

Demostrar que se tiene la sartén por el mango en el tema migratorio, emitiendo una orden ejecutiva para prohibir la inmigración durante 60 días, no ha hecho más fuerte ni más benigna la imagen de un presidente como Donald Trump, a pesar de que dice proteger el trabajo de sus compatriotas.

Habiendo tantos otros temas de los cuales echar mano para crear nuevas bases de credibilidad y confianza, a fin de sobrellevar con unidad la peor pandemia de que se tenga memoria en la historia de la epidemiología, el mandatario ha preferido recurrir nuevamente a su eterno caballito de batalla político: castigar a los inmigrantes, esa estrategia con la que tuvo un éxito electoral sin precedentes entre el segmento más antiinmigrante de la sociedad estadounidense que lo colocó en la Casa Blanca.

Suspender por dos meses todo trámite de residencia permanente no solo trunca el papeleo en sí mismo, sino la posibilidad de la reunificación familiar tanto tiempo anhelada por cientos de miles de inmigrantes que han vivido y trabajado arduamente con ese objetivo en mente. Cierto que la orden excluye de la prohibición, entre otros sectores, a personal médico indispensable en la lucha contra el COVID-19, pero lo paradójico es que sí permite la continuación del trámite para quienes optan por la residencia invirtiendo entre $500,000 y $1 millón, como si el dinero los hiciera inmunes al contagio. ¿Se nota la diferencia, el privilegio, la preferencia?

Hay que recordar, por cierto, que el coronavirus ya estaba aquí.

En efecto, por si nadie se había dado cuenta, el presidente está en campaña de reelección, y ha preferido no apartarse ni un ápice de su agenda política enviando un ya no tan sutil mensaje a su base, en el sentido de que seguirá machacando el tema migratorio, sobre todo si es en contra de los indocumentados, no blancos y de escasos recursos.

Es cierto que ya no se espera de él un discurso de bondad y conmiseración hacia quienes más ha atacado durante los últimos tres años, pero uno esperaría que su más bien baja estatura moral no descendiera aún más, deteriorando la imagen del país que algún día fue referente de liderazgo en múltiples sentidos.

Cierto, si algo ha enseñado esta crisis de salud mundial con el coronavirus acechando por todas partes es que Estados Unidos ha descendido varios peldaños en el imaginario mundial, dejando a otros que lo rebasen por derecha e izquierda, por arriba o por abajo, sin que eso parezca ser de la mayor importancia para el proyecto del “trumpismo”.

¿Porque cómo es posible que en este momento decisivo en la historia no solo de Estados Unidos, sino de la humanidad entera, sea capaz un presidente de pensar únicamente en sí mismo y en sus pocos allegados, y no en el pueblo que dice representar —includos sus inmigrantes, documentados o indocumentados que también han trabajado en sus empresas— y que hoy más que nunca requiere de un líder que lo conduzca hacia la salida de este letal laberinto pandémico, sin desviarse del tema, sin distraerse de la tarea fundamental de resolver todo esto sin tantas muertes qué lamentar?

Su orden ejecutiva con la que prohíbe la inmigración —ese sueño guajiro que Stephen Miller y otros de su misma calaña han deseado que se convierta en realidad— no es más que un nuevo ardid para distraer de lo verdaderamente importante en este momento tan crucial, como nación y como género humano.

En efecto, las pruebas médicas sí son lo importante, lo mismo que las mascarillas, los guantes, los alimentos, el trabajo del personal médico, de la limpieza, del campo, de los supermercados. De todos esos que han demostrado ser verdaderamente indispensables, sobre todo en situaciones extremas como esta, muchos de los cuales también son inmigrantes, Dreamers, beneficiarios de TPS, etcétera, que se arriesgan todos los días con total vocación y entrega. Y aun así, su estatus migratorio pende de un hilo, después de tantos años de dar a este país la mejor parte de sus vidas. Y todo ello, mientras el resto de la población, incluidos los antiinmigrantes, permanecen en sus casas para evitar la propagación del virus.

Cuando empezábamos a creer que, ahora sí, podría tomar forma el slogan de “E pluribus, unum” (De muchos, uno), del que tanto se jacta esta nación, viene esta orden ejecutiva prohibiendo la inmigración por 60 días. ¿Era esencial, indispensable, prioritario emitir una orden ejecutiva sobre inmigración en estos precisos momentos?

En fin, bastó un diminuto y letal virus para dejar varias cosas al desnudo, entre otras a desenmascarar un sistema en el que habíamos vivido de algún modo engañados o autoengañados, creyendo esencial lo que no lo era y sin tomar mucho en cuenta a quienes son indispensables en todo momento.

Ahora, con esa conciencia que se empieza a formar, la pregunta no es cómo cuidamos nuestra salud durante la pandemia, sino cómo nos cuidamos de un presidente como Trump en tiempos del coronavirus.

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