La ‘cepa antiinmigrante’ del coronavirus en la Casa Blanca

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Por David Torres:

Mientras el mundo toma distancia de sí mismo debido al aislamiento social al que ha obligado la pandemia de coronavirus, hay quienes desde el poder aprovechan incluso esta desgracia para continuar con su agenda política antiinmigrante, racista y xenófoba. No es difícil adivinar de quién se trata cuando la propuesta es cerrar la frontera sur para impedir el paso de los solicitantes de asilo, con el pretexto de evitar que la pandemia “se extienda” en el territorio estadounidense.

Ver el mapa del Covid-19 en tiempo real, sin embargo, es lo que le hace falta al equipo de asesores del presidente, sobre todo de su principal consejero en temas migratorios, Stpehen Miller. La cantidad de infectados en Estados Unidos rebasa los 7,000, en tanto que las muertes llegan a más de 100. Y en aumento. Del Río Bravo para abajo las cosas en este sentido siguen siendo distintas, con muchos menos casos, aun en medio de crisis permanentes, tanto en el ámbito de la salud como en el de la economía. De hecho, el mal de Chagas, por ejemplo, es el padecimiento que más gente mata en la región latinoamericana, con 14,000 muertes por año y unos 6 millones de infectados, según autoridades del sector salud.

Así, no es un secreto que en el afán de ver cristalizados sus sueños de un país donde la supremacía blanca impere en todos los ámbitos otra vez, la Casa Blanca se haya convertido en el búnker de donde emanan los más intrincados planes para evitar a toda costa que todo lo que suene o parezca inmigrante permanezca lejos, sobre todo si es pobre y no blanco.

Pero en una situación que está fuera del control de todos y que exige una solidaridad absoluta —porque tanto este país como el mundo entero constituyen el mismo barco donde navegamos todos—, la xenofobia de Trump y sus compinches resulta, además de evidente, infame en todos los aspectos.

Una crisis de salud pública global como el coronavirus, que no elige víctimas por origen, ni por color, ni por género, ni por grado de estudios, ni por estatus migratorio, debería sacar lo mejor del ser humano, con el fin de ayudar a resolver lo más pronto posible la pandemia y avanzar en el terreno médico para tener una mejor respuesta en el futuro en una situación similar.

Sin embargo, lo que ha sacado de Trump y sus asesores no ha sido lo mejor, sino lo peor desde el principio. Nunca le dieron la importancia debida en su momento al brote de coronavirus; de hecho, minimizaron el impacto que podría llegar a tener la enfermedad, así como niegan consistentemente los efectos del cambio climático y otras anomalías por las que el planeta ya está reclamando. Y solo cuando tuvieron el agua hasta el cuello con el imparable reporte de casos de infectados y de víctimas mortales fue que reconocieron su error y la seriedad de esta nueva crisis sanitaria, de tal modo que no les quedó más remedio que emitir órdenes de salvaguarda, con un tono que parecía, ahora sí, responsable y presidencial.

No obstante, es un hecho que el narcisismo combinado con racismo y discriminación nunca va a cambiar. Trump siguió llamando “virus chino” al Covid-19, como para dejar en claro que dicho mal es “de los otros”, es “extranjero”, y como tal es “una amenaza” a sus planes de hegemonía. Dice el dicho: “Árbol que nace torcido jamás su tronco endereza”. Así la xenofobia. Y así es su visión del mundo, al enfocarse más en culpar y castigar a los inmigrantes, en lugar de haberse concentrado desde el principio en tareas más de jefe de Estado, como ordenar pruebas para detectar el mal, así como destinar recursos a la atención de los ya afectados. Con dos meses de retraso, la situación se le sigue saliendo de control.

Peligrosamente Trump está jugando las mismas cartas que hace cuatro años, azuzando a su base con carnada política antiinmigrante, hablando de cerrar la frontera sur y construir campamentos migratorios destinados a cuarentenas. Con ello, no está tratando de procurar la seguridad de su pueblo, sino de mostrar su racismo y su xenofobia para ganar puntos políticos entre su base antiinmigrante.

Pero si algo puede cambiar la presencia del coronavirus será el escenario político, no solo local, sino mundial.

Esto es, obviamente cuando todo esto pase, el mundo ya no será el mismo. Este paréntesis global, abierto por una pandemia, está dando un giro a todos los paradigmas que conocíamos como “la realidad”. Y este monitoreo de nuestro comportamiento, de nuestras reacciones como seres humanos, será parte de la evaluación social que dará como resultado seguramente un nuevo orden mundial, donde ojalá el racismo y la xenofobia no tengan más lugar y terminen de convertirse en el anacronismo que ya son.

Y si bien este nuevo salto en la historia humana no necesitó de un conflicto bélico en uno de los momentos más antiinmigrantes de la historia de Estados Unidos, su impacto tiene que tener un significado mejor, y no solo dejar en una especie de segundo limbo a millones de inmigrantes que no terminan de ser los eternos chivos expiatorios de una gestión tan cruel como la que se ha instalado en la Casa Blanca.

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