Diez años después de la crisis, finanzas de mujeres y minorías siguen mal

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Denver (CO), 16 may (EFEUSA).- Diez años después de la crisis financiera de 2008, las mujeres solas y las familias de grupos minoritarios y las de bajos recursos tienen más deudas y menos patrimonio que hace una década, según una experta en microeconomía.
Aunque para muchos en Estados Unidos, la crisis causante de la recesión de 2008 parece “un recuerdo distante”, la situación financiera de las familias encabezadas por mujeres, “particularmente las familias más pobres”, sigue siendo complicada, dice Melanie G. Long, instructora y candidata a doctorado en el Departamento de Economía de la Universidad Estatal de Colorado en Fort Collins.
Long estudió el periodo 1995-2013 de la Encuesta de Consumidores Financieros y encontró ue las mujeres solas y aparentemente también las minorías (latinos y afroamericanos) pidieron prestado más dinero que los hombres solos antes de la crisis de 2008.
Por eso, diez años después, la proporción de deudas con respecto a sus ingresos se mantiene “mucho más elevada” que la de otros grupos, señala en una entrevista telefónica con Efe.
Para Long, uno de los elementos claves de su investigación, publicada como ponencia en la revista especializada Forum for Social Economics es haber encontrado que “no todos en Estados Unidos salieron de la recesión” y que “muchos grupos todavía enfrentan sus repercusiones”.
Y lo que pasó en 2008, advierte, podría volver a suceder, con un impacto negativo aún más profundo para quienes aún viven con las deudas contraídas en aquel momento.
“Lamentablemente, la historia se repite. ¿Se está formando una nueva burbuja financiera que hará que las finanzas se vuelvan insostenibles para muchas personas y para los bancos? Ahora es el momento de proteger el futuro, quizá con nuevas regulaciones, para evitar los problemas hipotecarios del pasado”, explicó.
Long advierte que antes de 2008 las mujeres solas (sobre todo jóvenes) y las personas de bajos recursos gastaron dinero que no tenían, por ejemplo, al hipotecarse para comprar casas u obtener préstamos para estudios universitarios.
Muchas mujeres se encontraron solas luego de la crisis económica y precisamente por la crisis. Y aunque su nivel de desempleo se mantuvo y se mantiene bajo, sus ingresos no mejoraron, pero sus responsabilidades aumentaron, por ejemplo, al tener más dependientes a su cargo.
Otras mujeres que se dedicaron a estudiar durante o después de la crisis encontraron que sus estudios universitarios no las llevaron a mejores trabajos ni a ingresos más altos, debido a su falta de experiencia en el mercado laboral.
Como consecuencia, el nivel de deudas de esas mujeres subió, especialmente entre las de bajos recursos, sin que haya habido un aumento similar de los ingresos de esas personas o de su patrimonio.
Eso significa una mayor fragilidad financiera, es decir, una situación en la que un solo cambio inesperado (menos horas de trabajo, despido, cheque atrasado, un nuevo miembro en la familia) perturba casi irremediablemente las finanzas de esa familia.
La paradoja es que eso ocurre cuando el patrimonio de las familias de Estados Unidos alcanza su nivel más alto en la historia: 98 billones de dólares (millones de millones o trillions en inglés) a finales de 2017, contra 56 billones de dólares en 2008.
Ese beneficio económico, sin embargo, no se distribuye proporcionalmente.
Citando un reciente estudio realizado por el Instituto de Patrimonio y Política Social de la Universidad Brandeis (Massachussets), Long subrayó que las familias latinas y afroamericanas sólo tienen menos del 10 % del patrimonio promedio de las familias blancas.
Específicamente, mientras que el patrimonio promedio de los blancos es de 111.146 dólares al año, el de los latinos es de 8.348 dólares y el de los afroamericanos es de 7.113 dólares.
La consecuente inseguridad y volatilidad financiera afecta la vida diaria de aquellos que usualmente no forman parte de los estudios o de las estadísticas de economía, quienes por lo general “acumulan deudas, pero no acumulan riquezas”.
Long sostuvo que parte del problema consiste en que los ingresos y las deudas se comparan casi con exclusividad con los ingresos o las deudas de los hombres blancos.
Por eso, dijo, se necesita realizar un estudio más detallado sobre la economía y las finanzas de los latinos y de los afroamericanos basados en más individuos, más datos y mayor diversidad racial y étnica.
Y allí enfocará Long sus futuras investigaciones para determinar el mecanismo que hace que, en familias de mujeres solas o de minorías, “las deudas actuales se transforman en más deudas en el futuro”.
“Entender la disparidad de riquezas y el mecanismo que la crea nos permitirá explicar mejor la situación actual de las finanzas en Estados Unidos”, concluyó.

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