Defensores de misa en latín festejan aniversario sin el papa

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CIUDAD DEL VATICANO (AP) – Los defensores de la antigua misa celebrada en latín arribaron a Roma el jueves para su peregrinación anual, en medio de la indiferencia e incluso una franca resistencia a su causa de parte del papa Francisco.

Diez años después de que el papa Benedicto XVI permitió un mayor uso de la misa latina anterior al Concilio Vaticano II, Francisco aparentemente está haciendo todo lo posible por derogar ese permiso o simplemente hacer de cuenta que nunca existió.

En las últimas semanas, el pontífice ha afirmado con “autoridad magisterial” que las reformas del concilio de la década de 1960 para permitir que la misa se celebre en lenguas vernáculas en lugar de latín son “irreversibles”. Más recientemente, el papa autorizó a las conferencias episcopales locales a supervisar las traducciones en lugar del Vaticano.

En más de un sentido, estas viejas guerras en torno a la liturgia en la Iglesia Católica están muy vivas y constituyen un microcosmos de las diferencias que enfrentan a los católicos conservadores y tradicionalistas con Francisco, desde que él se negó a usar la tradicional muceta, una capa roja, para su primera aparición pública como pontífice en 2013.

Las muestras de hacer caso omiso al otro parecen recíprocas.

En una conferencia celebrada el jueves por el décimo aniversario del decreto con el que Benedicto XVI autorizó la misa en latín, el organizador de la reunión, el reverendo Vincenzo Nuara, ni siquiera mencionó al papa en su discurso de apertura. El actual pontífice fue mencionado de paso por el segundo orador y el tercero lo omitió por completo.

También eran muy reveladores los participantes de primera fila que honraron al jubilado papa Benedicto XVI y su decreto de 2007: el cardenal Raymond Burke, un crítico destacado del actual papa al que Francisco destituyó en 2014 como juez de Tribunal Supremo del Vaticano; el cardenal Gerhard Mueller, destituido recientemente por Francisco como jefe de la doctrina del Vaticano; y el cardenal Robert Sarah, nombrado por Francisco como jefe de la oficina litúrgica del Vaticano, pero marginado en la práctica por su un representante papal.

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