Astrid Silva, una cruz y un muñeco

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Por Juan Latino:

Astrid Silva cruzó el río que separa México de EEUU en una balsa de neumáticos, agarrada con fuerza a un muñeco, como si fuera su salvavidas, y con solo cuatro años, una edad a la que no podía entender la aventura que tenía por delante y que la convertiría en un símbolo del movimiento proinmigrante.
La joven, de 29 años, ha hecho de la lucha sin descanso su lema de vida y, de alguna forma, ha vivido fiel al ideal americano del hombre -en este caso la mujer- hecho a sí mismo.
Nacida en Durango (México), alcanzó gran popularidad después de que el 20 de noviembre de 2014 el entonces presidente, Barack Obama, la mencionara en un discurso destinado a proclamar una ampliación de DACA, una iniciativa que nunca llegó a entrar en vigor debido al bloqueo republicano en los tribunales.
“Astrid vino a EEUU cuando tenía solo cuatro años de edad. Sus únicas pertenencias eran una cruz, su muñeco y el vestido de volantes que vestía. Cuando empezó la escuela, no hablaba inglés. Pero alcanzó a los otros niños leyendo periódicos y viendo (el canal) PBS y se convirtió en buena estudiante”, contó Obama.
El punto de inflexión en la vida de Silva llegó en el verano de 2009 después de la muerte de su abuela mexicana, que les visitaba cada año y a quien ella no pudo despedir en su funeral en México por miedo a viajar y ser descubierta como indocumentada.
Entonces, decidió involucrarse de lleno en el movimiento migratorio y colaborar estrechamente con el antiguo líder de la minoría demócrata en el Senado Harry Reid.
Con varios títulos universitarios a sus espaldas, testificó en varias ocasiones ante el Congreso y pasó a ser conocida como la “conciencia” en temas de inmigración del senador Reid, y el “rostro” de los indocumentados de Estados Unidos.
Silva pudo trabajar, estudiar y conducir legalmente durante años. Pero la llegada de Trump al poder le devolvió un terror e incertidumbre que creía olvidados.
La mexicana tuvo que recuperar las “viejas rutinas” de su adolescencia cuando, por ejemplo, miraba constantemente por encima del hombro por miedo a que le siguieran los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), encargados de las deportaciones.
Pero la joven promete que no va a rendirse. Ahora comienza la verdadera batalla para lograr una reforma en el Congreso, el único con poder para cambiar las leyes migratorias.
“Lo que yo le pido a mi comunidad -dice Silva- es que no dejen que Trump gane. Él quizás nos puede quitar un papel, pero no nos puede quitar las ganas de luchar por nuestras familias y esas ganas, esa fuerza, es lo que importa, es lo que nos va a ayudar a salir adelante”.

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