EEUU, una nación de inmigrantes que reniega de ellos

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NUEVA YORK (AP) _ Estados Unidos siempre se ha sentido una nación de inmigrantes. Un país que le abre sus puertas a todos, forjado por inmigrantes, que se identifica con el lema “e pluribus unum”, o unidad en la diversidad.

La historia del país, no obstante, está llena de esfuerzos por cerrarle las puertas a chinos, europeos del este y del sur, y, más recientemente, a quienes vienen de naciones predominantemente musulmanas.

La relación de Estados Unidos con la inmigración es más bien compleja.

“Muchos de nosotros –políticos, gente que habla contra el impacto de las medidas del gobierno– decimos que `somos una nación de inmigrantes y todo esto va en contra de nuestros valores más importantes’. Pero eso es totalmente falso”, afirmó Erica Lee, directora del Centro de Investigaciones Históricas de la Inmigración de la Universidad de Minnesota. “También tenemos un largo historial de rechazar inmigrantes, denigrarlos, construir muros. Esa es la otra cara de la moneda”.

Said Mae Ngai, profesor de historia de la Columbia University y autor de “Impossible Subjects: Illegal Aliens and the Making of Modern America”, expresó: “Nos debatimos con estas cosas. Las dos tendencias siempre han estado presentes”.

Los líderes de la era colonial sabían que necesitaban inmigrantes para poblar la tierra. Pero Benjamin Franklin refunfuñaba ante la perspectiva de que llegasen alemanes “impuros” (en el sentido de que no los consideraba tan blancos) y una ley de 1798 (Alien and Sedition Acts) hizo que resultase más difícil conseguir la ciudadanía y más fácil deportar a los extranjeros considerados peligrosos.

Fueron todas medidas polémicas y la mayoría expiraron en pocos años, pero la ley sobre las deportaciones sigue vigente incluso hoy. Y su justificación –que algunos inmigrantes pueden ser intrusos peligrosos– ha sido invocada una y otra vez.

El surgimiento del “Know Nothings”, un partido muy católico contrario a la inmigración en las décadas de 1840 y 1850, fue generado por el arribo de alemanes e irlandeses y el temor de que los católicos recién llegados fuesen fieles al papa e incapaces de aceptar los valores estadounidenses.

“Si reemplazas `musulmán’ por `católico’, lo que se decía entonces es muy parecido a lo que se dice hoy”, comentó Lee.

En 1868 Estados Unidos firmó un tratado que alentaba la inmigración china. Veinticuatro años después, una ley conocida como la Chinese Exclusion Act rechazó a los inmigrantes de lo que ya era la nación más poblada del mundo.

¿Qué pasó en el ínterin? Los inmigrantes chinos que habían contribuido decisivamente a la conquista del Oeste empezaron a ser vistos como una amenaza, el “Peligro Amarillo”.

Se mezclaron el temor y el fanatismo y en 1917 el Congreso aprobó una ley que requería que se tomase un examen de lectura y escritura a los inmigrantes. “Sabían que no podían decir `que no vengan judíos e italianos”’, pero ese fue el objetivo de la ley, sostuvo Ngai.

En 1921 y 1924, luego de la Primera Guerra Mundial y de la revolución rusa, se impusieron cuotas de extranjeros, que fijaban límites a la cantidad de gente que podía venir de determinados países. Se desalentó la inmigración de Africa y no se aceptó gente de Asia ni de los países árabes. También se redujo la llegada de europeos del sur y del este.

Se impidió al ingreso de refugiados judíos de Europa durante y después de la Segunda Guerra Mundial, primero por temor a que hubiese elementos proalemanes y luego por temor a que hubiese comunistas. “La historia no es benévola con esto, porque sabemos lo absurdo de todo”, expresó Rebecca Kobrin, profesora adjunta de historia en Columbia.

A pesar de las suspicacias acerca de los inmigrantes, el país reconoce sus aportes, según María Cristina García, profesora de estudios estadounidenses de la Cornell University.

“Desde los comienzos de la república, se reconoció que los inmigrantes eran esenciales para la creación de una nación: Los inmigrantes cultivaron los llanos, trabajaron en las fábricas, construyeron calles, canales y las vías férreas. Extrajeron minerales, plantaron y cosecharon cultivos, ofrecieron servicios básicos. El gobierno y las empresas reclutaron mano de obra extranjera para permitir el crecimiento económico”, dijo García.

De un modo u otro, la inmigración pasó a ser parte de la historia del país.

“Es algo fundamental”, dijo William thiesen, un neoyorquino de 37 años que visitaba el Tenement Museum el martes. “Creo que ser estadounidense es ser inmigrante. Es la fábrica de la nación. Todos somos inmigrantes”.

El escritor británico Israel Zangwell acuñó la frase “crisol de razas” en 1908, en una obra teatral. El protagonista, un inmigrante ruso judío, afirma: “íCuál es la gloria de Roma y Jerusalén, donde todas las naciones y razas vienen a adorar y mirar hacia atrás, comparado con la gloria de Estados Unidos, donde todas las razas y las naciones vienen a trabajar y a mirar hacia adelante!”.

Más de 100 años después, y a pesar de algunos recelos de momento, ese sentir persiste.

“Estados Unidos ha sido el sueño de toda persona joven educada”, afirmó Sony Barua, empleado municipal de la ciudad india de Licknow. “Sigue siendo la tierra de las oportunidades”.

Entre octubre del 2015 y junio del 2016 se recibieron más de 700.000 solicitudes de ciudadanía, un 25% más que en el año previo. Y Estados Unidos emitió más de 10 millones de visas en el 2015.

Pero el país es menos acogedor que en el pasado: En el 2010 un millón de inmigrantes obtuvieron la residencia permanente, la misma cantidad que 100 años antes, cuando la población era menos de un tercio de lo que es ahora.

La ambivalencia de Estados Unidos hacia la inmigración se refleja en la Estatua de la Libertad, que tiene en su base el poema de Emma Lazarus que dice: “íDadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, a vuestras masas hacinadas que anhelan respirar en libertad… Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las tempestades”.

La estatua, un regalo de Francia para conmemorar las revoluciones francesa y estadounidense, no obstante, “mira hacia la ciudad”, dice Ngai, de Columbia. “No a los recién llegados”.

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